Por muy impertérritos que sean en nuestras listas de los más ricos, Bill Gates o Carlos Slim no son las personas más ricas de la historia. El que encabeza la lista de los hombres con las mayores fortunas de todos los tiempos es en realidad Mansa Musa, rey africano que gobernó el Imperio de Malí durante el siglo XIV. Aunque se desconocen cifras exactas, se dice que Mansa Musa era “más rico de lo que nadie podría imaginar”.
Los historiadores han calculado que la fortuna de Mansa Musa, ajustándose a un tipo de inflación del 1299.6% (lo que significa, por ejemplo, que en 100 millones de hace cien años serían equivalentes a 2.299 millones a día de hoy), alcanzaría los 400 mil millones de dólares.
La clásica visión eurocéntrica de la Historia Universal nos lleva a menudo a ignorar que muchos de los reyes más poderosos del planeta no eran europeos. En el siglo XIV una de las grandes potencias mundiales era el Imperio de Malí, que desde su capital, Timbuctú, controlaba la totalidad del comercio en el Desierto del Sáhara, desde las junglas de África Central hasta el Mediterráneo. Los yacimientos auríferos de sus territorios constituían la principal fuente de oro para toda Europa.
Mansa Musa nació en el año 1280, pero no llegó al poder hasta el 1312. En el momento de su coronación se convirtió en el décimo mansa, traducido como “rey de reyes” o “emperador”. En ese momento gran parte de Europa se encontraba sumida en cruentas guerras, lo que propició el florecimiento de numerosos imperios africanos. Durante su estancia en el poder Mansa Musa expandió enormemente las fronteras de su Imperio: para ponernos en perspectiva, llegó a dominar gran parte de las modernas Mauritania, Senegal, Gambia, Guinea, Burkina Faso, Mali, Níger, Nigeria y Chad.
El resto del mundo fue consciente de su incalculable fortuna en 1324, cuando el monarca recorrió los más de 6.000 kilómetros de peregrinaje a La Meca. Como podéis imaginar, no hizo el viaje al estilo mochilero. Tal y como describen las crónicas, Mansa Musa fue acompañado por una comitiva que iba más allá de donde alcanza la mirada: decenas de miles de soldados, civiles y esclavos, quinientos heraldos vestidos con finas sedas e innumerables caballos y camellos que portaban abundantes lingotes de oro. En su parada en El Cairo gastó y donó tanto dinero que causó una inflación galopante de la que la ciudad tardaría años en recuperarse.
Sin embargo Mansa Musa no sólo utilizó su fortuna en extravagancias y derroches, sino que la empleó también para urbanizar la ciudad de Timbuctú construyendo escuelas, mezquitas y una gran universidad. Tras reinar durante veinticinco años, Mansa Musa murió en el año 1337. Fue sucedido por su hijo, Maghan I, y su legado – y su fortuna- persistió durante varias generaciones.
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