Por: Oscar Javier Forero
La economía venezolana pasa por su peor momento:
Fuerte caída en su PIB, reducción de divisas, disminución en la
producción petrolera, compromisos con altísimas tasas de interés a
cancelar producto de poseer el riesgo país más elevado del mundo,
incremento significativo de la corrupción y de la percepción que
hay hacia ésta, drástica caída en la reservas internacionales,
bloqueo económico-financiero cada vez más acentuado por parte de
los Estados Unidos, dramática depreciación arbitraria de la moneda,
rápida y aplastante pérdida del poder adquisitivo de la población,
inflación en pleno auge que amenaza con pasar de un momento a otro a
la hiperinflación, excesiva liquidez en la calle que contrasta con
la escasez de dinero en efectivo producto del contrabando del mismo,
exceso de oferta alimentado por un alto nivel de incertidumbre que a su vez conduce a interminables colas, en fin, todo un caos que día a día se
incrementa y amplía.
Ante tal panorama apocalíptico y dantesco producto
de la dura crisis económica que azota en especial a la clase
asalariada, discrepa otra innegable realidad, que se vive y percibe en
las calles de todas las ciudades de Venezuela: El lujo, el inmenso
consumo y el derroche de miles y hasta millones de venezolanos que
pareciera que residen en otro país, a los cuales no les impacta ni
el alto costo de la vida, ni la periódica depreciación de la
moneda, ni mucho menos la abrupta caída del PIB.
Este lujo, derroche y confort no solo lo está
disfrutando la histórica clase receptora del grueso de la renta
petrolera o la reciente neo burguesía que emergió producto de
jugosos contratos o relaciones con el poder, sino que también lo
disfruta una gruesa capa de la población asalariada y no asalariada
que tiene como principal fuente de ingresos las actividades que giran
en torno a la economía delictiva. Una practica que cada vez es vista
con mayor normalidad y que so pretexto de generar un "rebusque
para sobrevivir" termina por hacerle un favor a grupos al
margen de la ley, perjudicar al país y la sociedad. La afectación no
es solo en materia económica sino en el ámbito cultural y moral,
generando un daño que es imposible medir de manera cuantitativa pero
que repercutirá de forma negativa incluso en las generaciones que
están por venir.
Este heterogéneo sector de la población que
promueve la economía delictiva y que ocupa cada vez más espacios
dentro del engranaje económico-comercial-financiero es conocido de
manera coloquial como "bachaquero", pudiéndose definir
como la persona, grupos de personas o incluso empresas que acaparan y
revenden algún producto tanto dentro como fuera de territorio
nacional, con el objetivo de venderlo por encima de su costo legal de
venta para obtener una alta tasa de especulación y rentabilidad.
Dicha práctica de comercialización representa un eslabón
fundamental en el darwinismo económico que actualmente se
vive en Venezuela.
No está determinado el número de personas que se
dedican a este "oficio" de moda, no obstante, si
tomamos en cuenta que la población económicamente activa en
Venezuela ronda los 14 millones de personas, que la tasa de
informalidad ronda el 40%, la tasa de desempleo se ubica cercana al
10%, y que la encuestadora DATANÁLISIS estima que el 70% de las
personas que hacen cola son revendedores, se podría situar de manera
general el número de bachaqueros entre 3 y 6 millones de habitantes.
Para dedicarse a la reventa de productos no hace
falta preparación técnica o académica, tampoco cumplir
interminables horarios, ni extenuantes jornadas de trabajo, mucho
menos engorrosas y burocráticas funciones, por sueldos raquíticos
que se esfuman raudamente de los bolsillos; en el ámbito legal
tampoco hay mayor inconveniente, puesto que si algo le da seguridad
al bachaquero es que ninguna autoridad o institución lo penalizará
por hacerle daño al país y a la sociedad.
A pesar de que no haya requisitos para ingresar a
esta actividad, las ganancias están muy por encima de las que ofrece
la economía no delictiva. Éstos varían de acuerdo a la actividad,
la ubicación geográfica, el acceso y disponibilidad
del producto. Las mejores tasas de rentabilidad la perciben quienes
practican el denominado contrabando de extracción, es decir, la
salida ilegal de productos del territorio venezolano sin la
permisología y el control correspondiente, siendo la ruta más
simple y fácil la que comunica al estado Táchira con el
departamento Norte de Santander en Colombia.
Diariamente por los tres principales puentes que
comunican a esta región fronteriza se movilizan entre 55 y 65 mil
personas, sin contar las miles de personas que transitan por las
decenas de trochas improvisadas que hay a lo largo de la zona. El
grueso de esta población acude desde territorio venezolano al
territorio colombiano con el único interés de movilizar escondidos
en bolsos o pegados a la piel infinidad de productos nacionales para
ser vendidos en pesos y obtener, gracias a la depreciación
arbitraria de la moneda, jugosas ganancias.
Las actividades bachaqueras que mayor
popularidad, rentabilidad y facilidad tienen para la población son
las relacionadas con el contrabando de combustibles (gasolina y
gasoil) y el contrabando de billetes. En el primer caso no es
necesario pasar el líquido a territorio colombiano puesto que en San
Cristóbal a la puerta de la casa le pueden llegar a comprar el
combustible. Las utilidades mensuales pueden estar por el orden de
los 4 a 6 millones de bolívares dependiendo del tipo de vehículo
que se posea y al cupo con que se cuente. Para el segundo caso el
grueso de los ofertantes provienen del centro del país, traen
consigo maletas llenas de billetes de las nueva denominaciones y
obtienen utilidades que rondan el 33%: Si una persona logra pasar a
Cúcuta 10 millones en billetes de 20mil (tan solo 500
billetes) tendrá una ganancia de por lo menos 3,3 millones de bolívares.
En el caso de los medicamentos los márgenes de
ganancia no poseen techo como tal, por solo hacer mención a un caso,
un frasco de 50 mg de albúmina humana al 20% se expende de manera
gratuita en territorio venezolano, mientras que en Colombia esta
proteína de la sangre posee un valor de 155 mil pesos, es decir unos
2 millones de bolívares. Tomando en cuenta que la albúmina
generalmente se receta entre tres y cinco frascos (por lo menos), una
persona podría obtener una ganancia de unos 6 a 10 millones de
bolívares movilizando un par de frascos que caben, con total comodidad, en un bolsillo del pantalón.
El robo de cables ha venido teniendo un crecimiento
exponencial, esto se debe al alto valor que pagan por un kilo de
cobre en las chatarreras colombianas, pudiéndose pagar hasta en 800
mil bolívares el kilo de este metal si proviene de cables de fibra
óptica. Una persona a pie puede pasar hasta tres kilos de cobre durante un cruce de frontera,
su ingreso sería de unos 2,4 millones de bolívares en un par de minutos.
El cemento muy demandado en Venezuela, es también
llevado de contrabando: Caballos, burros, camiones y hasta gandolas
pasan a diario por las trochas, el margen de ganancia ronda los 200
mil bolívares por saco, es decir que un caballo que pase por el río
Táchira 3 bultos de cemento le otorga un beneficio al dueño de 600
mil bolívares; un camión cargado con 600 pacas de este producto obtiene la módica suma de 120 millones de bolívares, algo así como los aguinaldos, correspondientes a todo un año, para 200 trabajadores.
Con respecto a los alimentos de primera necesidad
que se encuentran subsidiados por el Estado venezolano los márgenes
de ganancia son también muy elevados: Un beneficiario de los Comité
Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) puede obtener, por una
caja que compra en 10 mil bolívares, una utilidad de un millón de
bolívares, es decir el 10.000% de rendimiento. Si ese mismo ejercicio lo hacemos con un camión cava repleto de cajas los números resultan más que asombrosos.
El contrabando de carne también forma parte de los
objetivos de los bachacos: Autoridades del Norte de Santander
estiman que por lo menos el 90% de la carne que consumen los 1,4
millones de habitantes de ese departamento proviene de Venezuela. Diariamente pasan por los puentes cientos de personas con carne de res pegada a sus pieles para burlar a las autoridades, por las trochas en las madrugadas circulan cientos de reses para ser sacrificadas en territorio colombiano. Una
persona que adquiera en cualquier establecimiento de San Cristóbal
10 kilogramos de esta proteína y los movilice hacia la vecina Cúcuta
obtiene una utilidad diaria de 880.000 bolívares, lo que
mensualmente se podría traducir en unos 17 millones de bolívares,
el equivalente al salario mensual de 54 trabajadores. A su vez, una persona que logre cruzar una res recibirá unos 26 millones de bolívares.
En materia cambiaria la economía delictiva también
ha hecho de las suyas, aprovechando las enormes distorsiones que
generan páginas como dólar today y bolívar Cúcuta, junto con el
pésimo control de cambio que existe en Venezuela, que vale la pena
mencionar ni es control ni determina la tasa de cambio. Los
bachaqueros han ideado una nueva forma de obtener lucro, para
ello cambian bolívares a dólares, dólares a pesos y pesos a
bolívares y de esta forma cosechan márgenes de ganancia que superan
el 14%, creando grandes fortunas a través de un proceso continuo y
que no tiene limitación alguna.
El inmenso mercado que abarca la economía delictiva
no solo se limita a extraer de territorio venezolano los productos
anteriormente mencionados. Ante las enormes asimetrías existentes
entre ambas economías y ante la permanente depreciación de la
moneda, todo cuanto se pueda el lector imaginar es llevado de manera
clandestina o ilegal a suelo neogranadino: Baterías, ropa, zapatos,
cueros, cauchos, vehículos robados, pañales, licor, insúmos de
limpieza e higiene, materias primas, derivados del petroleo, harina
industrial, pan y pizzas ya elaboradas, huevos, quesos y hasta hielo
en bolsa forman parte de la interminable lista que incrementa los
niveles de escasez e inflación, a su vez que genera flujos enormes
de dinero mal habido que dinamiza la economía de ambos países y que
permite a quienes lo captan olvidarse que en Venezuela estamos en
plena crisis.
La economía delictiva crece a un ritmo arrollador, de un momento a otro surgen enormes fortunas a quienes la practican, pareciera que el apetecido dorado por fin ha sido encontrado. No ocurre lo mismo con quienes viven o sobreviven dentro de la economía legal, sus menguados ingresos y su poca capacidad de compra son el detonante para conducir diariamente a enormes masas de la economía legal a la economía delictiva. Asombra el hecho de que aún cuando califican a la sociedad venezolana como corrupta una parte mayoritaria de la población prefiera padecer las penurias del sistema antes que caer en el ilícito.
En nuestra economía los papeles se encuentran invertidos, si el viejo Galeano estuviera con vida ya habría redactado un nuevo capítulo de "Patas arriba: La Escuela del mundo al revés", describiendo los trastornos que aquejan a unos y dan opulencia a otros.
Mientras que las cosas sigan este incierto rumbo, donde lo ilegal es premiado y lo legal azotado, estaremos destinados al fracaso y a la más absoluta mediocridad.
La economía delictiva crece a un ritmo arrollador, de un momento a otro surgen enormes fortunas a quienes la practican, pareciera que el apetecido dorado por fin ha sido encontrado. No ocurre lo mismo con quienes viven o sobreviven dentro de la economía legal, sus menguados ingresos y su poca capacidad de compra son el detonante para conducir diariamente a enormes masas de la economía legal a la economía delictiva. Asombra el hecho de que aún cuando califican a la sociedad venezolana como corrupta una parte mayoritaria de la población prefiera padecer las penurias del sistema antes que caer en el ilícito.
En nuestra economía los papeles se encuentran invertidos, si el viejo Galeano estuviera con vida ya habría redactado un nuevo capítulo de "Patas arriba: La Escuela del mundo al revés", describiendo los trastornos que aquejan a unos y dan opulencia a otros.
Mientras que las cosas sigan este incierto rumbo, donde lo ilegal es premiado y lo legal azotado, estaremos destinados al fracaso y a la más absoluta mediocridad.
Economista e Investigador
@Oscar_forero83