Oscar Javier Forero Coronel

viernes, 25 de mayo de 2018

THE NEW YORK TIMES: Cables diplomáticos de Estados Unidos sugieren nexos de Álvaro Uribe con narcotraficantes

Foto: Álvaro Uribe Velez reunido con Jefes paramilitares. Octubre de 2001.


CARACAS — Álvaro Uribe Vélez, el poderoso expresidente colombiano cuyo candidato para la presidencia, Iván Duque, es el favorito en las próximas elecciones, fue acusado de tener vínculos con narcotraficantes en diversas comunicaciones de diplomáticos de Estados Unidos, según cables recientemente desclasificados por el Departamento de Estado.

Los cables, que recientemente se pusieron a disposición de The New York Times, describen reuniones de 1992 a 1995 entre funcionarios estadounidenses y Uribe cuando era un político prometedor, así como información recabada por funcionarios colombianos que lo conocían bien. Los miembros del Partido Liberal, organización política en la que Uribe militó, dicen que tenía vínculos con los principales carteles de la droga, lo que incluye a la banda del capo Pablo Escobar.

Los cables evidencian nuevos datos sobre las acusaciones que durante años se han formulado contra Uribe. En repetidas oportunidades, el líder del Centro Democrático ha negado los señalamientos y sostiene que esas acusaciones reflejan los intentos de sus rivales políticos por afectar su reputación.

Uribe, quien con el tiempo se ha movido hacia la derecha, ahora es senador y pronto podría encabezar el bloque conservador que ganó la mayoría de los escaños en las elecciones parlamentarias de este año. Iván Duque, el protegido de Uribe que compite en las elecciones presidenciales, aventaja a sus cinco rivales en las intenciones de voto para la primera vuelta, que se celebrará el domingo.

Un cable de 1993 describe una reunión de la embajada con Luis Guillermo Vélez Trujillo, quien entonces era senador del Partido Liberal. El político se quejó de que la familia Ochoa Vásquez, un importante clan colombiano vinculado con el Cartel de Medellín, “había financiado” las campañas políticas de Uribe.

Alejandro González, otro senador del partido de Uribe, les dijo a los diplomáticos que Uribe “temía por su vida porque no pudo cumplirle a sus contactos del Cartel de Medellín” la promesa de negociar un acuerdo con el gobierno para lograr la rendición de Escobar.

Aunque los diplomáticos dicen que no encontraron pruebas contundentes que respalden esas acusaciones, las investigaron durante años y expresaron sus preocupaciones a los funcionarios estadounidenses.

“Seguimos sospechando de las conexiones de Uribe con el narcotráfico”, dice un cable de 1992 en el que los diplomáticos estadounidenses discutían las operaciones antidrogas realizadas con el apoyo de Uribe.

Los estadounidenses luchaban por comprender las motivaciones del hombre que luego sería presidente de Colombia y que este año ha vuelto a posicionarse como uno de los líderes políticos más influyentes de su país.

En la campaña electoral, Duque afirmó que Uribe, quien no puede volver a postularse a la presidencia por los límites constitucionales del mandato, es el “presidente eterno” del país.
“Álvaro Uribe transformó la política colombiana. Su legado está en todas partes y sigue siendo un actor político importante”, dijo Michael L. Evans, analista sénior del National Security Archive, una organización sin fines de lucro que le proporcionó los cables a The New York Times luego de solicitar que se desclasificaran.

Evans añadió: “Con estos cables nos enteramos sobre las acusaciones que más le preocupaban a la embajada: las licencias de aviación para las figuras del cartel; sus lazos financieros con el clan Ochoa, y, sobre todo, la posibilidad de que él pudiera estar comprometido con ellos”.

Uribe fue presidente de 2002 a 2010 y fue considerado como el aliado más cercano de Estados Unidos en la región durante la guerra contra los líderes del narcotráfico. Hizo un trato para desmovilizar a los grupos paramilitares en 2004 y atacó con éxito a los rebeldes de las Farc, que comenzaron a negociar un acuerdo de paz con su sucesor en 2016. Ambos grupos se financiaban con el tráfico de cocaína.

Pero hasta el día de hoy persisten las dudas sobre las posibles conexiones entre Uribe y el narcotráfico.

La Corte Suprema de Justicia de Colombia ordenó una investigación sobre un caso de manipulación de testigos contra Uribe que involucra al Bloque Metro, un grupo paramilitar y narcotraficante con sede en Medellín. El hermano de Uribe, Santiago, está esperando un juicio por cargos que lo acusan de haber formado un escuadrón de la muerte llamado Los Doce Apóstoles.

Los cables estadounidenses ofrecen una mirada a las acusaciones que Uribe enfrentó durante su ascenso político.

En la década de los noventa, una época marcada por la escalada de la violencia y la corrupción relacionadas con las drogas, Uribe emergió como un “joven líder con un futuro prometedor” y una “estrella brillante en la escena política colombiana”, dicen los cables diplomáticos.

Sin embargo, los diplomáticos también encontraron acusaciones que empañaban la reputación del líder político.

Vélez, el senador que dijo que la campaña de Uribe fue financiada por la familia Ochoa, les dijo a los diplomáticos sobre una reunión que se produjo en la década de los noventa entre Uribe, otros dos políticos y la esposa de Escobar. La reunión fue secreta hasta que Escobar publicó una carta al respecto y los diplomáticos querían saber cómo se había llevado a cabo.

Vélez dijo que Escobar había usado a los Ochoa, miembros del Cartel de Medellín, para organizar la reunión y “abrir un canal de comunicación” con César Gaviria, en ese entonces presidente de Colombia, como un favor personal.

Un cable explica que cuando los funcionarios de la embajada le preguntaron a Uribe sobre el encuentro, el político contó que sí había ocurrido y que él pensaba que iba a reunirse con la madre de Escobar, no con su esposa, para discutir la rendición del capo. “Él rechaza cualquier idea de diálogo o concesiones a Escobar”, escribieron los diplomáticos.

En otro cable de marzo de 1993, los diplomáticos planteaban dudas sobre Uribe, al citar su conexión con Ernesto Samper, que se convirtió en el presidente de Colombia en 1994. En el cable se dice que “hay sustancia en los rumores” de que Samper, Uribe y un tercer político relacionado con Samper estaban vinculados con los traficantes de drogas.

“Abundan los rumores de la participación de esos tres con narcotraficantes”, registra el cable. En el documento también se dice que los diplomáticos creían que Samper, de ser elegido, sería indulgente con los narcotraficantes.

Los diplomáticos estaban desconcertados con la información que recibían, puesto que Uribe se reunió varias veces con ellos para discutir planes con el fin de detener el tráfico de drogas.

En un cable de julio de 1993 se dice: “El senador Uribe ha demostrado ser un enigma para la embajada: tiene lazos familiares con los narcos (es primo de los Ochoa) además de los rumores de contactos creíbles que lo vinculan, pero sus declaraciones contra los traficantes y las protestas vehementes en la embajada”, escribieron los diplomáticos, “dicen lo contrario”.

Un documento de marzo de 1995 explica que en 1992 los diplomáticos recibieron información sobre un intento fallido de Uribe de nominar a “una persona asociada con una conocida familia de narcotraficantes” como candidato de su partido a la alcaldía de Medellín. Cuando ese intento falló, Uribe trató de nominar a un tío de Escobar, quien “también fue descartado”, según el cable.

Tomado de: https://www.nytimes.com/es/2018/05/25/cables-uribe-narcotrafico-colombia/

sábado, 5 de mayo de 2018

Venezuela y el extractivismo petrolero (*)


Si hay un país Latinoamericano que conozca de cerca lo que es petróleo, falso desarrollo y extractivismo es Venezuela. Desde 1922 con la concesión dada a la Royal Dutch-Shell, sobre el pozo Barroso II y hasta el día de hoy, la República Bolivariana de Venezuela ha padecido los avatares de poseer una inmensa riqueza bajo el subsuelo que ha estado lejos de materializarse en beneficios reales para la población más desfavorecida y que bien pudo haber servido de inspiración para que Gabriel García Marquez y su realismo mágico hicieran una extensa novela.

Los números de la historia petrolera venezolana son más que asombrosos, a la fecha se han extraído, por lo menos, 63 mil millones de barriles de crudo, equivalentes a 3,8 billones de dólares a precios actuales, a su vez aún queda por extraer la astronómica cifra de 297.500 millones de barriles certificados. No obstante los números podrían ir más allá, de acuerdo al Servicio Geológico de los Estados Unidos, Venezuela posee en realidad 513.000 millones de barriles extraíbles, mientras que estimaciones propias de Petróleos de Venezuela (PDVSA) sitúan el total de crudo depositado bajo el subsuelo en 1,3 billones, suficientes para abastecer al planeta entero por 37 años de forma ininterrumpida.

Tomando en cuenta sólo las reservas plenamente certificadas, Venezuela se convierte en el primer depósito de crudo del planeta, estados como Anzoateguí de poco más de 40 mil kilómetros cuadrados, poseen tres veces más petróleo que todos los demás países de Latinoamérica juntos, a su vez cuencas como la del Lago de Maracaibo superan por más de diez las reservas petroleras de Colombia.

Esto da pie para que en el imaginario general se haya formado la falsa idea del desarrollo a través de la explotación petrolera, lo que ha conducido desde finales de la década de los 30 del siglo pasado, a la instauración del Petro Estado como estructura política y económica que mueve, pero también vuelve estéril cualquier iniciativa que no vaya en torno a éste. Es importante destacar que la figura del Petro Estado no nació de manera natural, sino que fue impuesta por factores hegemónicos mundiales que, por medio de lo que se conoce como la división internacional del trabajo, dieron a cada uno de los países suplidores de materia prima un papel por jugar dentro del entramado capitalista mundial, así Colombia se especializó en producir café, Centroamérica frutas y Venezuela petróleo, por sólo poner un par de ejemplos.

Políticos, empresarios y medios de comunicación repiten al unísono y generación tras generación una frase atribuida a Arturo Uslar Pietri hace más de 80 años, la cual llama a “sembrar el petróleo”, es decir a invertir los ingresos de la renta petrolera en desarrollo y diversificación económica. Contrario a lo que se piensa, la dependencia petrolera ha dejado más distorsiones que beneficios, a su vez genera inequidad, parasitismo industrial, paternalismo, daños ecológicos irreversibles y mucha corrupción.

El ascenso en el precio internacional del barril de crudo avizora el nacimiento de una nueva etapa de derroche con divisas por doquier, pero también el advenimiento de una posterior etapa de escasez, endeudamiento y crisis como la que se vive en estos momentos. Se presenta entonces un reflujo de divisas, que se mezcla con distorsiones y que genera lo que se conoce como la infaltable “enfermedad holandesa”.

Desde la guerra árabe-israelí de Yon Kippur en 1973, el PIB venezolano se ha comportado de manera muy semejante al precio del petróleo, si éste asciende el PIB se expande, si éste decrece, el PIB retrocede. Debido a esta dependencia, cerca del 92% de las divisas que produce el país las origina la exportación petrolera, y tan sólo el 2%, es decir poco menos de 2 mil millones de dólares, las produce el sector privado, mientras que al momento de hacer uso de las divisas, el sector privado consume hasta 40 mil millones de dólares en un sólo año. Ello ha dado pie para que una clase elitesca, con la anuencia de altos funcionarios públicos, prefiera mantener la economía de puertos que producir.

La inmensa cantidad de dólares que ingresan a la economía, aún con los precios del petróleo bajos, encandila a la totalidad de la sociedad y da pie para que se ignore por completo el llamado pasivo ambiental. Esto ha llevado a que el Lago de Maracaibo sea considerado una inmensa cloaca, producto de infinidad de derrames petroleros ocurridos tanto en territorio venezolano como en territorio colombiano, siendo importante acotar que buena parte del oleoducto Caño Limón-Coveñas circula por la cuenca del Lago. Más recientemente, y a pesar de algunos avances en materia ambiental tales como la Constitución Bolivariana o la Ley de Aguas, el ejecutivo nacional se ha puesto como meta la explotación de la Faja Petrolífera del Orinoco, espacio geográfico que contiene el 90% del total de reservas de crudo del país y que se caracteriza por ser del tipo extrapesado altamente viscoso. De llevarse a cabo este proceso de explotación tal como está planteado, el río Orinoco, el quinto más largo del mundo y el segundo en cuanto a volumen de agua, estaría gravemente afectado, pues producir un barril de petróleo implicaría el uso de entre 460 y 700 litros de agua, un verdadero ecocidio si tomamos en cuenta que la meta para 2019 era la producción de 4 millones de barriles/día.

Los procesos extractivistas en general afectan de manera especial a las poblaciones más vulnerables que no figuran para las estadísticas del desarrollo centro periférico. La contaminación de las aguas, la desaparición de los bosques y su inmensa riqueza en flora y fauna, la desertificación de los suelos, el amenazante cambio climático y la aparición de posteriores enfermedades castigan con especial inclemencia a los pobres de Latinoamérica y de los llamados “países en vías de desarrollo”. La respuesta que ofrece el capital es cada vez más depredadora y violenta, el capitalismo tradicional que conocíamos, hasta hace unos años, de explotación de recursos con la anuencia de los gobiernos de turno se ha venido transformando, de acuerdo a los más recientes conflictos bélicos, en capitalismo por despojo.

Venezuela no escapa de la codicia del capital, la constante preocupación que manifiestan los Estados Unidos y la Unión Europea por lo que ocurre en el país es, en realidad, la necesidad del capitalismo corporativo de apropiarse, por la vía del despojo, de las inmensas riquezas de petróleo, oro, diamantes, coltán, gas y torio que por cosas de la providencia posee la República Bolivariana. Dichas reservas,  valoradas en más de 58 billones de dólares, garantizaría la supremacía militar, económica y tecnológica de los Estados Unidos, frente el amenazante ascenso de potencias como China, India y Rusia.


Oscar Javier Forero
Economista

(*) Artículo publicado originalmente para la edición Nº 138 de "Periferia Comunicación Alternativa". Mayo de 2018. Medellín, Colombia.