Por: Oscar Javier Forero
Siento especial admiración por aquellos funcionarios públicos
con responsabilidades altas, medianas y pequeñas,
algunos
"concuerdan" políticamente conmigo,
otros difieren en absoluto de mis
ideas,
pero debo aceptar que son tan buenos gerentes y administradores
con su "15 y último"
que logran comprar lujosas casas, carros, fincas,
propiedades en el exterior,
y aún así les alcanza para vestir con ropa
de marca, cambiar de teléfono cada 6 meses y mantener sus cuentas
bancarias "gorditas".
Me imagino que no almuerzan de vez en cuando en la calle
como yo,
no desayunan,
no se toman una que otra cerveza,
no saldrán de
paseo.
En su afán por maximizar el ahorro de seguro sólo comerán arepa
con agua de lunes a lunes,
nunca comerán helados en la calle,
ni
gastaran un sólo bolívar en medicinas.
¡De verdad que hacen milagros con su sueldo!
Lo único malo es que he notado una relación inversamente
proporcional
entre la institución en la que trabajan y sus cuentas
personales.
No sé qué cuestión extraña y digna de análisis habrá allí,
que cuando más crecen sus propiedades mas se empobrece la institución
en la que trabajan
¿Por qué será?
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